Winston Churchill, posiblemente el británico más universal de la Historia (art.)

Winston Churchill, de inconfundible estampa con un puro en la boca y haciendo la “v” de victoria durante los duros años que duró la Segunda Guerra Mundial, está considerado entre los mayores estadistas de todos los tiempos. Su papel al frente del gobierno británico, especialmente después de la derrota francesa ante las tropas alemanas a comienzos de los años cuarenta del siglo XX, fue decisivo para el devenir del Viejo Continente.

Hubo momentos, antes de la entrada de Estados Unidos y de la Unión Soviética, la Gran Alianza -de la que el propio Churchill sería uno de sus grandes artífices-, en los que Inglaterra se encontró sola ante el poderío y las ansias expansionistas germánicas. Entonces, la voluntad de resistencia y la capacidad de lucha del pueblo inglés, con Churchill a la cabeza, fueron claves.
En 2015 se celebró el 50 aniversario de su muerte. En este artículo hacemos un pequeño perfil sobre quién fue este personaje y lo hacemos sirviéndonos de un detallado trabajo como es el libro de François Bédarida, “Churchill” (Fondo de Cultura Económica de Argentina).


“Niño abandonado”
Aunque la vida de Winston Churchill estuvo llena de sinsabores, lo cierto es que su origen fue de privilegio. Casi de “privilegiado entre los privilegiados”. Su apellido correspondía a una de las familias de más alta alcurnia y respetabilidad de las islas británicas. De procedencia aristocrática, su descendencia podría remontarse hasta el siglo XI pero es, sobre todo, a partir del XVII con el duque de Marlborough que adquiere la categoría por la que desde entonces fue considerada como una de las más distinguidas. Marlborough obtuvo destacadas victorias frente a las tropas españolas y francesas en aquel periodo derrotando y poniendo en cuestión la imbatibilidad de Luis XIV, el “rey Sol”. Sus servicios fueron recompensados y por ello obtuvo de parte de la reina Ana en 1704 un terreno de 800 hectáreas en Woodstock, cerca de Oxford, donde levantó un palacio de 1.000 ventanas (“la única residencia aristocrática de Inglaterra que tiene el derecho al título de ‘palacio’, normalmente reservado a las residencias reales”). Es, por lo tanto, en el marco de esta familia donde hay que situar a Churchill el día de su nacimiento, el 30 de noviembre de 1874.
Sus padres, Randolph y Jennie Jerome -ésta de familia norteamericana enriquecida gracias a las finanzas de Wall Street-, fueron dos personas de influencia capital en la conformación del carácter de Winston. Y desgraciadamente no lo fueron por haber desempeñado un papel decisivo en sentido positivo sino más bien al contrario, por haberse tratado de dos personas de vida disoluta, poco preocupados por ofrecer a su hijo un entorno familiar acogedor. Elizabeth Everest, su nanny, costumbre en la época, fue quien desempeñó este papel. En el libro, se cita un pasaje de las “Memorias” de Churchill en el que afirma:

“A mis ojos, mi madre brillaba como la estrella de la tarde. La amaba tiernamente, pero a distancia. Mi nodriza, Mrs. Everest, era mi confidente. Era ella quien se ocupaba de mí, y quien respondía a todas mis preguntas. A ella era a quien confiaba todas mis penas”

Se habla, por lo tanto, de una infancia y adolescencia, pese a las posibilidades materiales de las que dispuso, “desgraciada”. De hecho pasó por tres colegios, muy distinguidos, sin pena ni gloria acumulando observaciones mediocres y que no hacían vaticinar un futuro como el que después iba a tener. En uno de esos centros, se le describe como “indisciplinado, glotón y desordenado”. Así, se planta en los 18 años, acumulando todo un conjunto de experiencias y resultados discretos y adquiriendo todo un conjunto de características que lo llevarían a desarrollar una personalidad ciclotímica. Se habla en el libro de Bédarida de: “Un niño abandonado que tenía que conseguir a toda costa el reconocimiento ajeno, la demostración de su valía. A partir de ahí, podemos comprender el egocentrismo radical, absoluto y a menudo monstruoso de Churchill. Pero también su constante necesidad de éxito y de gloria, único medio para él de acallar las dudas que seguía abrigando acerca de sí mismo”.

Húsares de la Reina
Conocer la vida militar fue para Churchill determinante. Entró en la elitista academia Sandhurst como cadete de caballería en el puesto 92 sobre 102. Un año después se graduó, dando un giro muy notable como oficial con grado de alférez, en el lugar número 20 sobre 130. Por aquella época, Churchill era un joven de talla -y lo será toda su vida- por debajo de la media (1,68 m.) y de salud frágil aunque de carácter atrevido e, incluso, temerario. Ese año, 1895, también será crucial por la muerte de su padre -de sífilis, a los 45 años- y su nanny. Ésta última, de peritonitis, tras dos años de vida mísera después de ser despedida del hogar de los Churchill. Sobre su padre, por el que sintió devoción sincera, escribió años más tarde: “Concebí por él una admiración y afecto intensos, y después de su prematura muerte, por su memoria […] Podría recitar amplios extractos de sus discursos (como político tory). Sin duda alguna, mis propias opciones políticas proceden de él”. Ese 1895 marcará, entonces, el paso de la adolescencia a la vida adulta.

Poco después, en octubre del año siguiente, viaja con el 4º regimiento de húsares de la Reina a Bangalore (India). Allí, aburrido, aprovecha su tiempo de ocio para leer e instruirse. Y lo hace de forma voraz con gran apetito por los grandes clásicos de la Historia, Política, Filosofía y algo de Literatura. Es entonces cuando se empieza a vislumbrar al gran artista de la retórica, locuaz y de gran brillantez que más tarde será constante habitual del Churchill político.
En 1897 participa de forma voluntaria en enfrentamientos que se producen al norte del país, en una zona de encrucijada entre los intereses del imperio inglés, ruso y China. Llega como teniente pero también hace de corresponsal de guerra para el Daily Telegraph. Aparece, así, también el Churchill periodista, de gran facilidad y manejo de la palabra escrita. La campaña dura unas pocas semanas, llena de emboscadas en enfrentamientos de guerrillas pero le sirve para comprobar la buena aceptación entre los lectores de sus crónicas, que más tarde dan lugar al libro “The Story of the Malakand Field Force”, redactado en siete semanas y que vende 9.000 ejemplares.
Empieza así un periodo corto pero muy activo y lleno de vivencias de gran intensidad. Seguidamente, se va a El Cairo para luchar contra tropas sudaneses (septiembre de 1898) en lo que fue, ayudados por tropas egipcias, una victoria aplastante. Mueren 10.000 sudaneses junto a 25.000 heridos por apenas “48 muertos y 428 heridos en el bando de los ingleses y egipcios”. Actúa como militar pero también como periodista para el Morning Post. Esta experiencia dará para otro de sus libros, “The River War” (“La guerra del Río”), que escribe de regreso a la India mientras ya piensa en abandonar el ejército, como así hace en 1899 para volver a Londres con la idea de meterse en política.

Antes, realiza un último escarceo en el ámbito militar y el periodismo de guerra participando en la Guerra de los Boérs, en Sudáfrica. Allí es hecho preso pero consigue escapar. Se conoce el caso y se convierte en Inglaterra en toda una celebridad. Sigue en el país y en el conflicto hasta que unos meses más tarde, en junio de 1900 entra en Pretoria y consigue liberar a sus compañeros. A finales de julio ya se encuentra en Londres para asistir a la segunda boda de su madre y centrarse ya de lleno en la vida civil. Es también en 1900, en febrero, cuando publica su única novela, “Savrola”, con un protagonista que en muchos aspectos recuerda al propio Winston Churchill y que tiene lugar en una república que se asemeja a los países africanos.

Vida política
Como su padre, sus inicios los encontramos en las filas tories, de los conservadores. En 1901 consigue ser diputado con apenas 25 años por la circunscripción de tradición obrera de Oldham. Entra en Westminster iniciando una carrera muy longeva (62 años) llena de altibajos, con periodos de gran esplendor y otros, más tristes. Uno de los principales hitos se produce en mayo de 1904 cuando decide pasarse a los liberales representando a Manchester noroeste. Un movimiento que tras la dimisión del primer ministro conservador en 1905 y la llegada de los liberales le abre las puertas del poder.
Primero lo hace como secretario de estado para las Colonias para más tarde ocupar la cartera de Comercio e Industria, Interior y como primer lord del Almirantazgo. En todas ellas deja muestra de su fuerte, voluntariosa y enérgica personalidad, impregnada de un fuerte clasismo propio de sus orígenes y de gran componente victoriana pero también como destacado patriota, militarista y orgulloso todavía de pertenecer al imperio británico. Serán 10 años llenos de aciertos pero también graves errores. Hará gala, en su época como secretario de Colonias, de prejuicios raciales -cree en la preeminencia de la raza blanca por encima de la negra a quienes tilda de “niggers” (‘negratas’) o “blackmoors” (‘morenitos’)- pero también aboga por introducir cambios importantes, en su etapa al frente de Industria y Comercio (1909), en materia de reformas sociales como “un salario mínimo para los trabajos más expuestos”, con la intención de acabar con la trágica combinación de “explotación – pluriempleo – bajo salario”. Después pasa a Interior, donde tiene que hacer frente a importantes movimientos sindicales y feministas, un periodo agitado ante el que demuestra su creencia en “una sociedad que pueda ser a la vez armoniosa y jerárquica”. A finales de 1911 entra como primer lord del Almirantazgo.
Antes, su vida personal, vivirá un cambio substancial. Conoce en la primavera de 1908 a Clementine Hozier, quien será su esposa y le dará cinco hijos. Se conocen en una cena. Entonces se la describe, a sus 24 años, diez menos que Churchill, como “una muchacha de gran belleza, seria, inteligente, cultivada y al mismo tiempo sociable y agradable”. Vivirá subordinada a su marido, fiel esposa aunque peor madre. A Winston Churchill, como padre, pese a un importante sentido de “clan”, se le define como “déspota” y “caprichoso”.


En el terreno político, más preocupados de Irlanda que de Sarajevo, el inicio de la Primera Guerra Mundial coge a los dirigentes británicos con el paso cambiado. Se produce el 4 de agosto de 1914. Churchill, al frente del Almirantazgo, vive en los meses sucesivos una de sus peores experiencias y fracasos políticos más estrepitosos. La campaña de los Dardanelos, en 1915, con un desembarco masivo de tropas que tenía que acabar con la conquista de Constantinopla, es un desastre. A nivel de Marina, británicos y franceses pierden muchos barcos a consecuencia de las minas; y las tropas terrestres, que consiguen en una segunda intentona semanas después pisar tierra, quedan bloqueadas sin posibilidad de avanzar en una guerra de trincheras. Se decide finalmente renunciar y evacuar las tropas. Las cifras son devastadoras: los aliados pierden 250.000 hombres entre muertos, desaparecidos, heridos y enfermos.
A nivel doméstico, una crisis de gobierno lleva a una alianza entre liberales y conservadores. El futuro de Churchill está escrito y pinta muy negro. Se le releva en mayo del Almirantazgo y se le manda como canciller al ducado de Lancaster, “una tradicional canonjía para políticos jubilados”. Meses después, en noviembre, dimite. Aún así no se resigna, al poco tiempo se alista como militar y se marcha a combatir a Francia en calidad de teniente coronel al mando del 6º Batallón de los Royal Scots Fusiliers. Su actividad en esta época es frenética recibiendo visitas ilustres. Se gana el respeto de sus hombres que se refieren a él mediante el uso de términos como “humanidad” o “gentileza”. Adquiere autoridad y crece su prestigio. En mayo de 1916 vuelve a Londres y un año después, en julio de 1917, el gobierno de Lloyd George le ofrece entrar en su gabinete como ministro de Municiones.

Tras la I Guerra Mundial
En 1919 pasa al ministerio de la Guerra. Allí, acabada la Gran Guerra, dos son sus grandes preocupaciones: por un lado, la Rusia bolchevique, que califica como “enemigos del género humano”, que gobiernan “a golpe de masacres y asesinatos en masa” y cuyo líder, Lenin, describe como “un monstruo que repta sobre una pirámide de cráneos”. Y el IRA: el Ejército de Liberación de Irlanda, que lucha desde 1919 contra las tropas británicas con Michael Collins al mando, definido por Bédarida como “feroz nacionalista y cerebro militar de primera categoría”. Contra los bolcheviques no consigue los apoyos suficientes en el gobierno mientras que con el conflicto de Irlanda llega a una solución de compromiso en 1921. Pese a ello, la guerra civil explota en Irlanda y se prolonga hasta 1923, año en el que muere Collins. Un año antes, Churchill, tras la dimisión de Lloyd George y la convocatoria de legislativas, pierde por su circunscripción de Dundee y queda, a los 48 años, fuera de la Cámara de los Comunes.
Este fracaso se añade a las muertes, en 1921, de su madre y también de una de sus hijas, Marigold, de apenas dos años y que supuso un duro golpe para la pareja. El nacimiento de Mary, la última de sus niñas, al año siguiente, servirá para aplacar ese duro golpe.
En 1924 abandona las filas liberales y vuelve a sus orígenes. Tras las legislativas de ese año entra en el gobierno del conservador Baldwin en la cartera del Exchequer (Hacienda). Es un periodo muy convulso que desemboca en una fuerte huelga general dos años después. Hasta 1929 se alaban sus presupuestos, rigurosos, y técnicamente y políticamente bien argumentados que no obstante no consiguen reducir el paro. Unas nuevas elecciones vuelven a apartarlo del poder. Este paréntesis durará 10 años. Churchill entonces ya tiene 55. En las crisis sucesivas no se contará con él. Y ante la aparición de Gandhi en la arena internacional, lo califica como “fanático malhechor” que “da náuseas”.
En este periodo destaca su gran producción literaria de obras históricas. Entre 1929 y 1937 gana mucho dinero por sus trabajos. Sólo en concepto de derechos de autor y honorarios obtiene más de 100.000 libras. Desde la publicación en 1923 de sus dos primeros volúmenes de “The World Crisis” obtiene un inmenso éxito. En total publica una docena de obras históricas, que suman más de 15.000 páginas. Sobre la historia, de la que es un verdadero apasionado siendo gran admirador de Napoleón, dice:

“Con su lámpara vacilante, la historia alumbra, tropezando, la ruta del pasado e intenta resucitar las acciones, transmitir los ecos y traernos de nuevo con sus pálidos rayos las pasiones de antaño”

Desde 1933 se muestra preocupado por el ascenso de Hitler en Alemania; de Mussolini dice ser encarnación del “genio romano”; y sobre la Guerra Civil española, primero se pone del lado de Franco para poco después decantarse por el lado republicano.

II Guerra Mundial
El 3 de septiembre de 1939 Alemania declara la guerra al Reino Unido -en marzo había ocupado Praga invalidando los acuerdos entre ambos países de Múnic-. Chamberlain le ofrece el Almirantazgo a Churchill, que lo acepta. Poco después se producen las ocupaciones de Noruega, Bélgica y Países Bajos que llevan al premier británico a dimitir. Churchill, a sus 65 años, es nombrado entonces, poco después, el 10 de mayo de 1940, como máximo responsable del Ejecutivo. Sus primeras palabras ante la Cámara de las Comunes son muy claras: “No tengo nada que proponer sino sangre, trabajo, sudor y lágrimas”. Cuenta, según un sondeo, con el 88% de la aprobación popular.
En mayo cae Francia, que firma un armisticio a mediados de junio con la Alemania de Hitler. Inglaterra se encuentra sola pero muestra una inflexible voluntad de resistencia. El otoño de ese mismo año Churchill, tras la muerte de cáncer de Chamberlain, ocupa la presidencia del partido, que no dejará hasta la primavera de 1955. El Führer prepara la campaña contra Inglaterra, que cuenta con un bombardeo incesante sobre Londres y las principales ciudades británicas. La RAF, por su lado, saca partido de la ventaja que supone el avance científico del radar. Los bombardeos se suceden desde septiembre de 1940 hasta mayo de 1941. Sólo en dos meses la capital inglesa sufre la caída de 100.000 bombas explosivas y más de un millón de bombas incendiarias. 250.000 personas pierden sus hogares. La City es fuertemente bombardeada. Mueren 13.500 personas en Londres y 23.000 en toda Gran Bretaña.
Aún así, la guerra está a punto de dar un giro. Ese año entran en guerra la URSS (junio) y Estados Unidos (en diciembre tras los ataques de Pearl Harbour). Se constituye la Gran Alianza que cambiará el signo de la guerra. Desde 1939 Churchill envía a Roosevelt 950 mensajes, de los que 750 son contestados. Además, en todo este periodo hasta el final de la guerra, se verán en entrevistas personales once veces. El premier británico se muestra convencido de su “special relationship”, derivada de compartir “historia y destino, lengua y cultura, así como valores comunes como la democracia representativa y el liberalismo político y económico”.
La primera reunión entre los ‘tres grandes’ se produce en 1943 en Teherán. Allí ya se sientan las bases de cuál va a ser el escenario post-conflicto. Inglaterra empieza a tomar conciencia de cuál va a ser su papel como potencia de segundo rango. Churchill, en sus “Memorias”, escribe: “Fue en Teherán cuando me di cuenta por primera vez de lo pequeña que era nuestra nación. Yo estaba ahí, sentado entre el gran oso ruso, a mi izquierda, con sus patas estiradas, y a mi derecha el gran búfalo americano. Entre los dos se sentaba, pues, el pobre borriquillo inglés, que era el único -el único de los tres-, que sabía cuál era el buen camino”. En 1944 se prepara el desembarco de Normandía, en palabras de Bédarida, “la operación de planificación militar más gigantesca que jamás se haya puesto en marcha”. Churchill, durante los días previos se muestra nervioso. La acción sale bastante acorde a lo planificado – con lo que ello supuso para el devenir del conflicto-, pero ese junio de 1944 la población británica vuelve a verse sacudida por nuevos bombardeos. Esta vez serán mediante temibles bombas conocidas como V-1 y V-2, que entre ambas causan casi 9.000 muertos y 24.000 heridos.
La guerra, durante la cual el primer ministro padece serios problemas de salud con varios ataques al corazón y neumonías que hacen incluso peligrar su vida, llega a su fin en mayo de 1945. Luego se disuelve la coalición de guerra; y a nivel doméstico, se convocan elecciones.

Sorpresa
En las legislativas de julio, contra todo pronóstico, ganan los laboristas. Y lo hacen con 393 escaños frente a los 213 de los conservadores. Churchill, que lo había planteado en términos prácticamente de plebiscito personal, se sume en un profundo sentimiento de depresión. Se vuelca en sus “Memorias de Guerra”, que venden 250.000 ejemplares en Gran Bretaña y 600.000 en Estados Unidos. El Daily Telegraph le paga 500.000 libras y los derechos de autor americanos superan el millón de dólares.
Las elecciones de 1951 le compensarán. Gana sus primeras elecciones como Primer Ministro a la edad de 76 años. Se habla ya de un “Grand Old Man” y muchos son los rumores sobre su estado de salud. El país empieza a resurgir tras la debacle que representó la Segunda Guerra Mundial pero Churchill decide dimitir, ya muy mayor, con 80 años, en marzo de 1955. Uno días antes, exclama:

“¡Puede que llegue un día en que la lealtad, el amor al prójimo, el respeto a la justicia y a la libertad, permitan a las generaciones actualmente dañadas, dejar tras de sí, con serenidad y habiéndolo superado, el horror de los tiempos que vivimos. Hasta entonces, no desfallezcáis jamás, no os dejéis desanimar, nunca desesperéis!”

Retirado de la primera línea política, no pocas son sus ocupaciones. Se dedica a la pintura pero recibe infinidad de visitas. Además, trabaja en su “History of the english speaking peoples”. De todos modos, la melancolía, el regreso del “black dog” que es una constante a lo largo de su vida y que le visita de forma recurrente, empieza a dar señales. Los factores, en opinión de Bédarida, son la conciencia de un deterioro físico cada vez más evidente, con una sordera creciente y avanzada; y la constatación de la pérdida de peso internacional de Gran Bretaña, relegada a un segundo nivel en el tablero mundial. Tras sufrir una grave hemorragia cerebral, Churchill muere el 24 de enero de 1965. El general De Gaulle, en el pésame oficial francés enviado a la reina Isabel II, incluye esta frase: “En este gran drama, él ha sido el más grande”. Recibe un funeral nacional, que sólo cuatro plebeyos han recibido en la historia de Inglaterra. //

Leave a comment

Create a free website or blog at WordPress.com.

Up ↑