» Leticia Feduchi ha hecho y ha entregado esta pasada primavera (2017) el retrato de Eduardo Mendoza, el flamante premio Cervantes de este año, para la galería de la Biblioteca Nacional. No es el primero que le encargan sino ya el segundo convirtiéndose de esta manera, junto a Gonzalo Goytisolo, en la pintora con más retratos de premiados en la galería.
Hablamos con ella para descubrir qué opiniones le merece el escritor barcelonés, que desde año algún tiempo pasa largas temporadas en Londres; o de Álvaro Mutis, de quien también realizó su retrato y que describe en la conversación que mantuviomos con palabras muy elogiosas. Descubrimos sus influencias, su pasión por Velázquez o Goya, y su entusiasmo por el Museo del Prado del que, asegura, tiene “una gran influencia” sobre la mayoría de los pintores españoles.
» Hemos leído que le gusta más pintar del natural que a través de una fotografía. ¿Qué le aporta tener a una persona delante de cara a hacer el retrato?
Eso te permite tener la visión de la realidad. De esta manera puedes captar mucha más información que a través de una fotografía. A partir de lo que ves puedes hacer miles de selecciones de todo lo que tienes delante. Una foto en cambio ya te da como un camino hecho y es, además, en dos dimensiones. En pintura, en el paso de las tres a las dos dimensiones del cuadro siempre hay un proceso en el que interviene la voluntad, la mente, la cultura… Todo lo que tiene uno dentro y que hace de filtro. Una foto da menos margen.
También es verdad que hay gente que pinta a través de fotografías porque toda la información que necesita ya la tiene en la cabeza y la imagen lo único que hace es funcionar como apoyo de su trabajo.
Por lo tanto, sus retratos se van haciendo durante varios días en los que acude el personaje a su estudio pero, ¿durante ese proceso cambia lo que usted capta de esa persona y lo refleja sobre el cuadro?
Sí, claro. Hacer los retratos de este modo te permite estar con la persona y establecer una relación que va cambiando con el día. Hacerlo así enriquece el retrato y te permite ir introduciendo variaciones. Pero es que esto es la vida misma. Para mí retratar a alguien del natural te permite captar y representar mejor la presencia de la persona.
¿En sus retratos suele fijarse más en algún rasgo en particular?
A mí lo que más me gusta es el rostro en su conjunto. Creo que es la expresión máxima de la persona. Es donde se concentra más información y donde más se puede expresar. El retrato lo que intenta hacer es reflejar a partir de la cara casi la totalidad de la persona.
En el caso del retrato del escritor Eduardo Mendoza (hecho esta primavera), ¿cómo fue el proceso?
Bueno, ya lo conocía de antes pero tampoco mucho. La verdad es que fue muy fácil porque tuvo mucha disponibilidad para venir y posar. Escogimos una época en la que él iba a estar en Barcelona (pasa buena parte del año en Londres), en primavera cuando no hace frío ni mucho calor, había buena luz… Escogimos unos días muy adecuados para hacer el retrato.
¿Cuántas sesiones fueron?
Fueron nueve, en sesiones más o menos de una hora. Son de una hora porque más tiempo hace que la persona se relaje y el gesto cambie. Hay que intentar que en el retrato se mantenga, en la medida de lo posible, el gesto.
¿Qué impresión le causó Eduardo Mendoza y que quiso reflejar en la pintura?
A mí me gusta saber un poco el contexto de la persona y poderlo situar, en este caso, en su mundo literario. También tratar de conocer su manera de ser, su manera de estar, su manera de escribir… Y que toda esta información al final se reflejara en la expresión de su cara, de su persona, de su impostura. Que no fuera una cosa que no tiene nada que ver con él.
¿Y de lo que captó en esas sesiones, qué destacaría de su personalidad?
Lo vi como una persona muy disponible, asequible, muy empática, muy educada. Todo eran facilidades. Tenía mucho sentido del humor. Enseguida empezamos a reírnos, hablamos de cosas muy diversas, desde literatura hasta los hijos o incluso el actor de Míster Bean (Rowan Atkinson). Tuvimos una charla totalmente distendida, nada forzada.
¿En las sesiones, siempre coloca a la persona en la misma posición y contexto o puede ir variando?
Al principio probamos varias cosas pero una vez hemos elegido el sitio y la postura, es la que mantenemos durante todas la sesiones. Hay que procurar que siempre esté en el mismo lugar, que tengas el mismo ángulo, una luz parecida… Porque si no, el dibujo cambia. El ángulo en el caso de la cara es muy importante porque si se desvía un poco, cambia todo.
¿Charlan durante las sesiones?
Depende. A veces hablamos un poco, en otros momentos estás más concentrada y estás en silencio. En general procuro no estar mucho rato callada porque si no la persona empieza a pensar en sus cosas, se va relajando… Intento que estén en un cierto estado de atención.
¿También, en su momento, hizo un retrato de García Márquez?
Sí, pero hace muchos años ya. Entonces muestras familias tenían una amistad, entre nuestros padres, cuando ellos vivían en Barcelona. Era en la época en que yo empezaba a pintar, él seguía mis comienzos en la pintura y me pidió un retrato. Fue a comienzos de los años ochenta. Yo tendría sobre veinte años. Recuerdo poco todo aquello, fueron pocas sesiones, dos o tres, iba a su casa a pintar. El retrato se lo quedó él o su familia.
Otro fue de Álvaro Mutis, que éste sí fue también un encargo tras ganar el Cervantes. Lo hizo, en este caso, a partir de una fotografía.
Sí, porque él estaba en Méjico. Tenía una amiga fotógrafa en Méjico que me mandó algunas fotos pero no me sirvieron y al final fue el propio Mutis el que me envió unas cuantas pero eran como recortes de prensa. No tenían mucha calidad pero a Álvaro lo conocía mucho. Siempre que venían a Barcelona, nos visitaba en casa. Lo tenía muy interiorizado. Además era un personaje exuberante, impresionante, grande, guapo. Era imposible no saber captarlo.
¿En qué se fijó para hacer aquel retrato?
Es un retrato que tiene una parte de dibujo. Es un cuadro muy directo porque, a partir de la poca información de la foto, quise reflejar su presencia, su carácter un poco de pillo, de ‘gamberro’, siempre haciendo cosas muy divertidas. Lo intento trasladar a su mirada. Siguió mis comienzos y le gustaba mucho como pintaba, así que cuando ganó el Cervantes me dijo: “Tienes que hacerme el retrato”. En estos casos, por supuesto, es un honor.
Este tipo de encargos, es de suponer que puede que la ayuden bastante en cuanto a su proyección, ¿no?
No, la verdad es que no, más allá de ese retrato en particular. No se ha reflejado demasiado, sinceramente. Sea como fuere, estoy muy contenta de haber podido hacer estos dos cuadros. Además me gusta mucho la literatura y en este tipo de encargos se mezclan las dos cosas. Lo encuentro una maravilla.
¿Usted es la pintora con más retratos de ganadores del Cervantes de la Galería de la Biblioteca Nacional?
Yo y Gonzalo Goytisolo somos los que tenemos más cuadros, con dos retratos cada uno. Él, con el retrato de su tío, Juan Goytisolo, y Juan Marsé. Es una coincidencia que se da porque los escritores nos conocen. Los ganadores son los que eligen a los pintores para los retratos por cercanía, confianza, gusto…
¿Por qué le gusta más el retrato por encima de paisajes, naturalezas muertas…?
Pues porque el retrato es el gran tema de la historia de la pintura. Cuando uno piensa en los grandes cuadros de los maestros, la mayoría son siempre retratos. O por lo menos, lo eran. Ahora, igual hay menos gusto por ellos. Puede que ahora esté un poco en desuso pero a lo largo de la historia, sí. En definitiva, el retrato es el hombre en sí mismo.
¿Qué tipo de retratos suele hacer: encargos, gente que conoce, modelos, personas anónimas…?
Antes solía hacer muchos más. Incluso de amigos, familiares, de mis hermanas, encargos, institucionales, de presidentes del Círculo Ecuestre… Pero los últimos años he estado haciendo más naturaleza muerta porque hacer siempre retratos es muy difícil. No siempre tienes encargos, modelos…
¿Su forma de pintar los retratos ha evolucionado, ha cambiado con el tiempo?
La verdad es que creo que no, que no ha cambiado demasiado con el paso del tiempo. El tema manda tanto que lo único que puedes hacer es dejarte llevar.
¿Siempre figurativo?
Sí, sí, siempre. También he estado muchos años haciendo naturaleza muerta porque me permite organizar el cuadro con los elementos, jugar con el color, la composición…Y es un tema que me gusta y he trabajado mucho. He hecho muchas exposiciones. Además, aquí, en Barcelona, hay poca tradición por el retrato.
¿Por qué cree que aquí hay menos tradición que en otros sitios?
Pues no lo sé. Yo creo que aquí, en la pintura catalana, hay pocos retratistas. Esta ha sido más de paisajes… El modernismo: Casas, Rossinyol… En otros lugares, como en Madrid, con el Museo del Prado… Es que tienen a Velázquez y a Goya.
¿Cree que puede haber relación entre el carácter catalán y que tenga menos gusto por el retrato?
Sí, creo que sí. Tiene que haber algo de eso. Aquí la gente suele ser más cerrada, las colecciones de pintura suelen estar más escondidas y después se van descubriendo grandes cuadros pero parece que no se quieren mostrar tanto. Aquí es todo más de cara hacia adentro y en otros lugares, no tanto. Se mira más hacia afuera y no les importa hacerse un retrato.
¿Falta en Barcelona un museo de la entidad de El Prado?
Bueno, es que tampoco hay tantos en el mundo y son museos que se van haciendo a lo largo de la Historia. Es difícil.
¿Los pintores echan en falta este tipo de museos?
Siempre he dicho, con los pintores de aquí, que si viviéramos al lado de El Prado nuestra vida sería diferente. Poder ir y ver la pintura y estar en contacto con eso, para un pintor, es fantástico. De todos modos, viajamos allí con mucha frecuencia. En Barcelona, en el MNAC, hay una colección de pintura catalana maravillosa pero falta la pintura internacional.
¿Qué retratistas de la historia de la pintura le gustan más?
Pues hay muchos. Desde Memling –que es un retratista que me apasiona-, pasando por Velázquez y Goya –por supuesto- hasta otros expresionistas que me gustan mucho, como Beckmann –que es impresionante-… Durero, si me voy hacia atrás también es extraordinario. Memling, de todos modos, es un retratista excelente.
¿Los que más le gustan son también los que más la han influenciado?
No, no hay mucha influencia de todos estos pintores en mis retratos, aunque quizás sí, sobre todo, de Velázquez que es para mí la fuente principal de la que bebo. Y Goya, también.
Y, ¿de entre sus maestros?
Yo con el que aprendí a pintar fue aquí, en Barcelona, con Serra de Rivera, que es un retratista maravilloso. Estudié unos años en Eina con varios maestros como Ràfols Casamada, Artigau, Serra de Rivera, Todó… Cada uno me aportó en campos distintos. Con Artigau aprendí a dibujar. Serra de Rivera me dio las herramientas para poder ser una pintora. Lo aprendí todo con él. Con Todó hacía acuarela y, con Ràfols Casamada, su clase era sobre composición. Fue muy interesante aprender con ellos y juntarlo todo. Las clases en Eina de color eran impresionantes.
Luego fui a Madrid y estuve un año haciendo dibujo al carboncillo de estatuas. En aquellos dibujos tenías que encontrar la máxima gama de grises y era un ejercicio impresionante. Era como el solfeo en música. Te da unas herramientas para que tus ojos se acostumbren a analizar cualquier matiz de luz, de sombra. Es increíble. Cuando dije en Eina, donde todo el mundo estaba haciendo abstracto, que me iba a hacer dibujo de estatuas, me dijeron si estaba loca o qué me pasaba.
Con Antonio López también hizo un curso, ¿verdad?
Sí, hice un cursillo corto, de quince días. Hacíamos un desnudo por la mañana y otro por la tarde. Me causó muy buena impresión porque además de un gran pintor es un muy buen conocedor del arte. Tiene una capacidad crítica para hablar sobre pintura y arte impresionante. Cualquier comentario que hacía era interesantísimo.
En el curso también estaba su mujer, María Moreno, que es también una ‘pintoraza’. Son, además, unas personas de una gran amabilidad. Son gente extraordinaria. Siempre muy disponibles y muy generosos.
Otra de sus pasiones es la literatura. ¿Cómo se refleja ésta en sus cuadros?
La literatura te abre a mundos fantásticos que no siempre te permite la pintura, más limitada por lo visible. En mis cuadros, siempre figurativos, aunque no sean literarios, puede haber un trasfondo en el que se exprese algo más. Esto me gusta que se produzca de forma sutil y no mediante figuras alegóricas, mitológicas, religiosas (como se ha producido durante buena parte de la historia de la pintura). Que salga a partir de segundas lecturas, que se respire algo pero a través de lo visible.
¿Cuáles son los escritores que más le gustan?
Me gusta de todo, bastante variado. Me gusta Cortázar, los maestros rusos, Thomas Bernhard, Coetzee… Soy un poco dispersa, la verdad. También me gusta mucho la poesía, como la polaca que ganó el Nobel, Wislawa Szymborska. //
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