Luís Enrique, un hombre que no deja indiferente (art.)

(Perfil sobre el entrenador y futbolista asturiano al poco de coger las riendas del Barça)

Éxito sorprendente el cosechado por Luis Enrique en su primera temporada al frente del banquillo del FC Barcelona. Las expectativas eran altas, buenas y esperanzadoras con su contratación pero se venía de unos años con el ‘Tata’ y Tito Vilanova que habían sido complicados y que habían hecho que el término “final de ciclo'”dejara de ser una sospecha para ser una realidad.


De hecho, el mismo verano posterior a su presentación, once jugadores abandonaron la primera plantilla del Barça: entre ellos, nombres de cierto calado como el del chileno Alexis Sánchez o el catalán Cesc Fábregas. A la postre, la temporada fue sensacional, se consiguió el triplete con Liga, Copa del Rey y Champions, en una segunda vuelta con un rendimiento entre los meses de enero y mayo, muy alto. Temporada de excelente que en el momento que el lector tenga en sus manos esta revista puede haber sumado dos títulos más a los ya conseguidos, con las Supercopa de España y de Europa, respectivamente.

En cualquier caso, y pese a los extraordinarios  resultados, el inicio de temporada fue bastante distinto y las críticas y dudas sobre Luis Enrique estuvieron a la orden del día. Éste, en ocasiones, con sus palabras añadió más lecha al fuego haciendo gala de algo habitual en su trayectoria como es una relación tirante y complicada con los medios de comunicación. En este artículo tratamos de hacer un perfil de Luis Enrique a partir de la lectura del libro “El método Luis Enrique”, escrito por el periodista Lluís Lainz.

Luis Enrique, futbolista comprometido

De entrada su trayectoria como jugador de fútbol fue fabulosa. La FIFA llegó a considerarlo entre los 100 mejores futbolistas del siglo XX. Militó en el Sporting de Gijón, club de su ciudad natal, Real Madrid y FC Barcelona. En el primero se formó como jugador aunque con más complicaciones de las que uno pudiera pensar. Lo echaron a los 14 años para repescarlo más tarda, a los 18 para el filial. En ese interludio recaló en la CD La Braña, donde conoció a uno de sus mejores amigos y también gran futbolista, el ‘Pitu’ Abelardo, y al técnico -y que hoy se considera entre sus mejores amigos-, Ismael Fernández. De aquella época, este último recuerda en el libro sobre el jugador asturiano:

“Luis Enrique tenía mucho carácter y mucha calidad. Era un chaval humilde, muy trabajador y muy disciplinado. Estaba loco por el fútbol y era, como ahora, un ganador”.

También en ese interludio y todavía en etapa juvenil, el Barça se fijó en él, hizo unas pruebas pero se le descartó por “haber hecho poco”. Así que volvió al Sporting. 

Con 19 años debutó en Primera división y en su segunda campaña en el primer equipo consiguió ser titular y marcar 14 goles. Ese año debutó con la selección española. Era cuestión de tiempo, y fue muy poco, que uno de los grandes lo fichara. Se adelantó el Real Madrid haciéndose con un jugador muy polivalente. En esa etapa tuvo en el club blanco a cinco entrenadores en cinco temporadas y de escuelas muy diversas -elemento fundamental para entender mejor su bagaje como futbolista y futuro técnico-, como : Radomir Antic, Leo Beenhaker, Benito Floro, Vicente del Bosque y Jorge Valdano.

En el año 1996 acabó contrato e inició conversaciones con el Barça, club por el que sentía cierta predilección desde siempre. Entonces no  coincidió con Cruyff por poco, que había sido destituido fulminantemente pocos días antes de su llegada. En su primera temporada en el Camp Nou tuvo en el banquillo al británico Bobby Robson, que tenía entre su staff a Mourinho. Se hizo una muy buena temporada pero se trataba de una campaña puente a la espera de la llegada del holandés Van Gaal. De todos modos, ese año con Ronaldo, Figo, De la Peña, Guardiola, Baía, Abelardo o Blanc, se consiguió la Recopa, Copa del Rey y Supercopa de España. Con Van Gaal levantaría dos Ligas, una Copa del Rey y una Supercopa de Europa. Luego llegaría la ‘travesía del desierto’ por la que transitó el Barcelona bajo la dirección del presidente Gaspart y que se extendió hasta la retirada de Luis Enrique -y que no fue acorde con la categoría del futbolista- en 2004.

A nivel de selección fue 62 veces internacional y disputó una Eurocopa (Inglaterra’96) y tres Mundiales (Estados Unidos’94, Francia’98 y Corea y Japón’02). También estuvo en los Juegos Olímpicos de Barcelona’92, donde se alzó con el oro. En el combinado español tuvo como entrenadores a dos grandes referentes como Javier Clemente y José Antonio Camacho; y en la olímpica, a Vicente Miera. De todo ese amplio periplo con la selección, sin demasiados éxitos a nivel de conjunto, destaca una imagen por encima del resto: la de la cara de rabia y ensangrentada de Luis Enrique tras recibir un codazo del italiano Tassotti en los cuartos de final del Mundial de Estados Unidos’94.

En cualquier caso, su carrera como futbolista fue, sin matices, francamente  buena. Lluís Lainz, a modo de resumen, así lo define:

“Trabajaba como los que más, se sacrificaba como pocos, obedecía las indicaciones de sus entrenadores a la primera, mostraba un extraordinario espíritu ganador y era solidario. Pero era, al mismo tiempo, un tipo poco o nada convencional. Su genio, su coraje, su temperamento y, en definitiva, su carácter rebelde -cuestiones que tienen que ver más con la genética que con los aprendizajes-, le permitieron ser un magnífico jugador de equipo”.

El paréntesis

Tras retirarse, lo primero que hizo fue irse muy lejos. Entonces ya estaba casado, con la catalana y ex azafata de vuelo Elena Cullell, y tenía dos hijos, Pacho y Sira. Se fue a Australia y lo hizo durante seis meses. De esa época no se sabe mucho de lo que hizo aunque todo parece indicar que dedicó esos meses a una de sus grandes pasiones: la práctica del surf y también a aprender inglés. Después volvió a Barcelona con la familia, pero poco fue el tiempo que estuvo sin marcarse nuevos retos y objetivos. Empezaba una fase en la que los deportes de resistencia adquirieron presencia y protagonismo en su vida. Primero fueron las maratones, carreras de 42.195 metros. En una de las que participó, y muy popular, de prestigio e historia, fue la de Nueva York en noviembre de 2005. De entre los más de 35.000 participantes, acabó en el puesto 1.345 con un tiempo de 3 horas, 14 minutos y 9 segundos.

Después pasó al ciclismo, los triatlones y algún que otro Ironman. Se le vió entre muchos otros lugares en pruebas durante esos cuatro años en Ámsterdam, Lisboa, Frankfurt o Klagenfurt (Austria). De entre todas ellas, destaca la Quebrantahuesos, de ciclismo: 205 kilómetros con desniveles de hasta 3.500 metros por el Pirineo de Huesca. Y, sobre todo, la maratón de Sables: seis maratones en seis días, portando equipajes de diez quilos y a temperaturas de hasta 40 grados durante el día y a apenas 10 por la noche. Ésta, la disputó con el equipo Prisma Global, que tenía entre sus integrantes a un habitual y conocido en este mundo: Josef Ajram. Acabó la carrera, pero lo hizo con mucho dolor en los pies, “hinchados, con llagas, y con bastante dolor”.

En esos cuatro años aprovechó también para sacarse los títulos de entrenador. Lo hizo pudiéndose adherir a unos cursos especiales impartidos por la UEFA, intensivos de tres semanas, sólo para futbolistas que hayan jugado un mínimo de ocho temporadas en Primera, hayan sido cinco veces internacional con la selección absoluta o hayan ganado el oro olímpico. Luis Enrique cumplía con todos los requisitos. Hizo los cursos correspondientes a los niveles B, A y Pro entre 2005 y 2006. Coincidió con otros futbolistas y, en algunos casos, ex compañeros como Guardiola, Albert Ferrer, Milla, Nadal, Amor, Sergi Barjuán, Julio Salinas, Garitano, Paco Jémez o Miquel Soler. Las prácticas las hizo en las categorías inferiores del Barça. En julio de 2006 Luis Enrique consiguió sacarse el título UEFA Pro que le hacía apto para entrenar a cualquier equipo o selección de cualquiera de los 209 países de la FIFA.

Primeros pasos como técnico

Así llegamos a la fase en la que hoy se encuentra (primera temporada en el Barça). Su primera oportunidad como entrenador la tuvo en el filial blaugrana. Guardiola lo había subido el año anterior de Tercera a Segunda B. Luis Enrique consiguió en su primera temporada el objetivo fijado, la permanencia, pero ya se marcó para el segundo, el ascenso. Quedaron segundos en la Liga y tuvieron que pasar tres  rondas para conseguir la gesta. Los rivales fueron el Polideportivo Ejido, Jaén y Sant Andreu. Se consiguió, no sin sufrimiento y con resultados muy ajustados y más bien cortos. Ese verano Sandro Rossell ganó las elecciones y Txiki Begiristain y Alexanko, responsable del fútbol base, fueron despedidos. Zubizarreta, en el capítulo de altas, se incorporó al organigrama. En su tercera temporada al frente del filial, que a nivel de anécdota volvió a llamarse Barcelona B en lugar de Barcelona Atlètic, Luis Enrique se consagró como un gran entrenador. Acabó la temporada tercero sólo por detrás de dos habituales de Primera como el Betis y Rayo Vallecano.

De aquella época y de la relación entre Luis Enrique y Pep Guardiola, Alexanko opina en el libro:

“La sintonía entre los dos entrenadores era muy buena. Los dos eran conscientes de cual era su papel y jamás hubo ningún problema entre ellos. Hablaban mucho de fútbol y siempre lo hacían en un tono distendido”.

Precisamente la extraordinaria actuación de Guardiola en el primer equipo y sus históricos resultados le cerraban cualquier opción de llegar al Camp Nou, así que cualquier buena oferta que viniera de fuera podía considerarse.

Fue la Roma la que se acercó a preguntar por Luis Enrique. Su propuesta le sedujo y el asturiano hizo las maletas para seguir su camino en los banquillos en la ‘ciudad eterna’. Allí, el reto era mayúsculo. En el capítulo de fichajes se incorporaban hasta once jugadores nuevos -entre ellos, el blaugrana, que llegaba cedido, Bojan Krkic, el ex espanyolista Osvaldo o el portero holandés Stekelenburg-. Su presentación en el club romano fue todo un acontecimiento. Hasta 200 profesionales de los medios de comunicación se acreditaron para seguir en directo las palabras de Luis Enrique. Entonces, dejó muy claro cual iba a ser el estilo del equipo:

“Todavía no sé qué sistema utilizaré, porque eso dependerá de los jugadores que tenga, pero lo que no estoy dispuesto a negociar, porque para mí es innegociable, es a tener el balón, porque cuando mi equipo tiene la pelota los rivales sufren”.

Las cosas no empezaron bien. Su segundo, De la Peña, abandonó el barco al poco tiempo, no demasiado seducido por la dinámica de los banquillos y más interesado por las labores de scouting o dirección deportiva. Además, la eliminación a las primeras de cambio de la Liga Europa contra un rival de poca entidad como el Sloban Bratislava, con la suplencia en la ida del ídolo local Francesco Totti y su cambio a la vuelta a falta de 15 minutos para el final, no fue bien entendida y sí muy criticada. El Corriere dello Sport publicaba al día siguiente: “Luis Enrique hunde a la Roma. El técnico quita a Totti y tira a la basura la clasificación”.

La temporada no cuajó y se habló de problemas con dos de los jugadores más importantes de la plantilla romana, el propio Totti, y el centrocampista De Rossi. El director deportivo, Franco Baldini, una vez conocido que el técnico no quería continuar, evitó hablar de fracaso. El motivo de la ruptura fue, según palabras de Baldini, porque Luis Enrique se sentía “agotado”. La temporada fue larga y las malas relaciones con la prensa tampoco ayudaron. Fue una campaña tensa y complicada. Al poco de anunciar su marcha, Luis Enrique salió a explicarse y habló de su supuesta mala relación con Totti:

“Casi estoy enamorado de él. Incluso mi mujer está celosa. Desde el primer día he tenido una relación muy especial con él. Al principio, después de dejarle fuera de la alineación, le dije que no tenía ningún problema con él. Ha sido un placer trabajar con él. Es un campeón”.

El propio jugador italiano también se había expresado sobre esta polémica durante la temporada descartando cualquier posible conflicto, si bien hay quien también afirma en el libro, cercano a todo ello aunque sin citar nombres, que algo pasó. Sea como fuere, Luis Enrique necesitaba volver a cargar las pilas y alejarse del mundo del fútbol. Se cogió un año sabático para estar con la familia y practicar deporte. Pero el ‘gusanillo’ volvió.

Celta de Vigo

A finales de la temporada 2012-13 el Celta de Vigo se acercó a las puertas del asturiano para conocer de primera mano por dónde podían ir sus intenciones para el futuro más inmediato. Llegaron a un acuerdo y firmaron al poco tiempo. Significaba la llegada a los banquillos de Luis Enrique a la máxima categoría española, que hasta esa fecha todavía no había podido probar. En el comunicado oficial presentado por el Celta pudo leerse: “El exjugador internacional llega avalado por un juego alegre y ofensivo, una apuesta firme e inequívoca por la cantera y la gran competitividad que ha inculcado a sus equipos”.

Con él aterrizaban también en Balaídos algunos ex blaugrana como Andreu Fontás, Rafinha (cedido) o Nolito. El sistema de juego que quiso implantar fue un 4-3-3, alejado de lo que se venía desarrollando hasta la fecha. Y de ahí que los inicios fueran difíciles. En la primera vuelta consiguieron muy pocos puntos y escasas victorias. Llegaron a estar en las últimas posiciones de la clasificación cuando ya casi se habían jugado diez jornadas de campeonato.

El sistema, que apostaba por laterales largos y ofensivos, un mediocentro incrustado entre los centrales para ayudar en la salida del balón e interiores llegando al área desde segunda línea, costó de asimilarse y automatizarse. Cuando se hizo, todo el panorama cambió. La segunda vuelta fue para enmarcar. Se acabó en la novena posición con 49 puntos, treinta más que en la primera. Esa campaña se recordó por los buenos resultados obtenidos, por el juego preciosista, ofensivo y de toque desplegado, pero también por anécdotas como la plataforma de mecanotubos que pidió levantar en los campos de entrenamiento -y que permiten una mejor visión táctica de la disposición de los jugadores; nada nuevo en el mundo del fútbol- y también por los rumores que apuntaron, nuevamente, a una relación compleja con uno de los líderes del equipo celtiña: el centrocampista Borja Oubiña.

El cinco de mayo de ese 2013 trascendió la reunión que debían mantener Zubizarreta y sus dos ayudantes, Narcís Julià y Albert Valentín, con Luis Enrique en su domicilio particular en Gavá. De hecho, los propios periodistas ya se encontraban a las puertas del domicilio antes de que la reunión comenzara. Probablemente se trató de una filtración que no agradó al asturiano y que podría querer distraer la atención del discurrir algo irregular y poco ilusionante del Barça ese año. El argentino, Gerardo Martino, no cumplió con las expectativas. En el libro de Lluís Laínz, se habla de un exceso de “bondad” para un transatlántico como el equipo catalán y de unos métodos un poco anticuados. De hecho, se utiliza una expresión atribuida a Xavi Hernández, que deja poco lugar a dudas: Según se cita, en un entrenamiento el centrocampista de Terrassa le soltó al ‘Tata’:

“¿No ve que esto es una vergüenza? Con esta intensidad no vamos a ninguna parte”.

La vuelta de la intensidad al Camp Nou

Y si por intensidad se trata, Luis Enrique es garantía de ello.  Lluís Laínz lo define como “un tipo decidido, perseverante, con una gran fuerza de voluntad, muy respetuoso con las normas y las reglas, de sentimientos inequívocos y duraderos y amante de la tranquilidad. Aunque también pueda llevarse por impulsos, ser de ideas fijas, demasiado rígido y tozudo”. El asturiano fue y es todavía -en el momento que se escribe este artículo- el entrenador número 44 del Barça en sus más de 115 años de historia.

Dispuso ante sí de un equipo que había hecho muchas incorporaciones: dos nuevos porteros, un centrocampista de la calidad de Rakitic procedente del Sevilla y, sobre todo, la llegada de un ‘killer’ como el uruguayo Luis Suárez. Aún así también tuvo  que hacer frente a algunas ‘patatas calientes’ como el futuro o papel que debía jugar Xavi Hernández en el equipo o Messi, que el año anterior con el ‘Tata’ no había brillado tanto como en campañas pasadas.

Lidió con ambas situaciones y supo sacar un gran rendimiento de ambos jugadores con incidencias dispares sobre el juego del conjunto. Messi, en el primer año de Luis Enrique, superó en la tabla de anotadores a Zarra como el máximo goleador de la Liga y también a Raúl González como máximo artillero de la Champions. Xavi, por su parte, supo asumir su papel en la plantilla, ayudando sobre todo desde el banquillo y saliendo en las segundas mitades. Hicieron una temporada histórica que, no obstante y como viene siendo habitual en los equipos del asturiano, empezó algo titubeante.

El punto de inflexión fue la derrota en Anoeta a la vuelta de las vacaciones de Navidad, la destitución de Zubizarreta como director deportivo  y un supuesto encontronazo con el astro argentino en un entrenamiento. Algo, en cualquier caso, habitual en la lógica y dinámica de un equipo de fútbol. Messi, que no suele salir a dar explicaciones, esta vez sí lo hizo ante las cámaras de Barça TV a principios de enero: “No es bueno que se busque rivalidad entre Luis Enrique y yo, porque no la hay. Que no tiren mierda de fuera porque eso solo nos va a perjudicar. Escuché decir de todo. Nunca salgo a desmentir nada pero ahora sí. Se dijo muchas veces que yo había echado a mucha gente… A Eto’o, a Ibrahimovic, a Bojan, a Guardiola… Yo no pedí que echaran al entrenador. Me duele, porque sale de gente que no quiere al Barça. Es gente que quiere hacerle mal al club. Y esta vez no viene de Madrid como otras veces, viene de aquí. Escuché decir muchas cosas de mí antes y ahora. Me pintan como que yo soy el que maneja el club y yo soy uno más de mis compañeros. Jamás exigí nada para quedarme porque no tengo intención de irme. Escuché que mi padre había hablado con el Chelsea, con el Manchester City… Todo es mentira”.

El Barça supo reaccionar y desplegar un juego que no siempre fue de dominio aplastante pero combinó variantes tácticas que lo hizo menos predecible y gozar, eso sí y como el propio Luis Enrique afirmó, de “el mejor ataque posicional del mundo”. Messi, Neymar y Suárez representan un tridente lleno de técnica, magia, calidad, velocidad, desborde, imaginación y… mucho gol. Todo ello sumado a una gran solvencia defensiva y buen juego en el centro del campo les permitió conseguir un ‘triplete’ histórico, venciendo en la Champions a los campeones de Inglaterra (Manchester City), Francia (PSG), Alemania (Bayern de Múnic) e Italia (Juventus).

En el haber de Luis Enrique queda todavía, en cualquier caso y como aparece en el libro, una mejora importante a resolver en el capítulo de la relación con los medios de comunicación y que no es nuevo sino que arrastra desde sus tiempos de jugador. De ahí que algunos lo describan como una persona “genial, amable, divertida y generosa”, mientras otros lo puedan encontrar “cabezota, altivo y soberbio”. //

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