Tras ser canonizada en septiembre de 2016 por el papa Francisco, hacemos un repaso a la vida de una de las figuras católicas más destacadas del pasado siglo. Ganó el Nobel de la Paz en 1979, entre muchos reconocimientos, pero también contó con detractores que le recriminaron sus relaciones con determinados políticos o de tener en malas condiciones las instalaciones de sus orfanatos.
Beatificada en tiempo récord en la era moderna, la Madre Teresa fue una de las figuras católicas más destacadas del pasado siglo. Reconocida con el NOBEL DE LA PAZ en 1979, también recibió premios destacados en su país de adopción, India, así como la “Ciudadanía Honoraria” de Estados Unidos o la Orden del Mérito británica.
Fundó en 1947 “Las Misioneras de la Caridad”, que en los años 70 y 80 se expandieron al conjunto del planeta. En el momento de su muerte, en 1997, esta congregación contaba con cerca de 4.000 miembros en 610 fundaciones repartidas entre 123 países. Su figura, no obstante, también contó con detractores que le recriminaron su postura contraria al aborto, el uso de anticonceptivos o de haber cultivado buenas relaciones con dictadores.
Sea como fuere, fue una figura que dejó huella y que un periodista de la BBC definió tras una entrevista con ella como una “santa en vida”. En septiembre de 2016 fue santificada después de que se le atribuyeran dos milagros.
Nacida en 1910 en lo que hoy es la actual capital de Macedonia, Skopje, pero que en aquel entonces era parte del Imperio Otomano, sus padres eran étnicamente albaneses, de nombres Nikola y Drane. Ella, por entonces, fue bautizada como Agnes Gonxha Bojaxhiu. Esta amalgama de raíces, sumada después a los profundos lazos que estableció con India (adquirió la nacionalidad en 1951), es lo que la llevó a afirmar: “De sangre soy albanesa. De ciudadanía, india. En lo referente a la fe, soy una monja católica. Por mi vocación, pertenezco al mundo. En lo que se refiere a mi corazón, pertenezco totalmente al Corazón de Jesús”. El primer ministro albanés no lo entendió así y solicitó en 2010 que los restos de la monja (muerta en 1997) fueran devueltos al país de sus padres, India se negó y la sepultura permanece, como desde el día de su fallecimiento, en Calculta, donde es lugar habitual de peregrinación.
Muerte temprana del padre
Su infancia, en cualquier caso, estuvo marcada por la muerte del padre cuando apenas tenía ocho años dejando a la familia en una situación financiera delicada y descargando todo el peso sobre los hombros de la madre, que tuvo un papel esencial en la educación de la niña. Descrita como una persona “firme y amorosa”, su religiosidad jugó un papel determinante en la conformación del carácter y la vocación de Agnes en esta primera etapa, también muy ligada a la parroquia jesuita del Sagrado Corazón.
Las cosas, de todos modos, vivieron un giro determinante cuando hizo los 18 años. Su deseo de ser misionera la llevó a viajar a Irlanda y entrar en el Instituto de la Bienaventurada Virgen María, conocido como las “Hermanas de Loreto”. Llegó en septiembre y sólo tres meses después se embarcaba hacia su destino, Calcuta, en la India, que marcaría el resto de su vida. Llegaba, tras casi un mes de travesía, en enero. Fue en esa época cuando fue rebautizada con el nombre por el que después se la conocería en todo el mundo, “Madre Teresa”, en honor a la Santa Teresa de Lisieux. En Calcuta enseñó en la escuela para chicas de Saint Mary, que algunos años más tarde, en 1944, llegó incluso a dirigir. Fueron veinte años los que pasó vinculada a esta congregación irlandesa que vió como en 1931profesaba sus primeros votos y los de Perpetuidad en 1937, convirtiéndose de este modo, según palabras de la propia protagonista, en “esposa de Jesús para toda la eternidad”.
Años más tarde su vida experimentó un nuevo cambio, todavía si cabe, más brusco que el que había vivido tras llegar a la mayoría de edad. Fue en el viaje habitual de retiro a la ciudad india de Darjeeling en 1946 cuando experimentó una “inspiración” o “llamada dentro de la llamada”, como así lo definió. Jesús, aseguró, le pidió “acercar su mensaje a los más necesitados”. En la información oficial de la Madre Teresa puede leerse que “le reveló su dolor por el olvido de los pobres, su pena por la ignorancia que tenían de Él y el deseo de ser amado por ellos”. Le pidió que fundase una congregación religiosa, “Las Misioneras de la Caridad”, dedicada “al servicio de los más pobres entre los pobres”.
El tránsito o la materialización de esta revelación no fue inmediata sino que se prolongó durante dos años hasta que finalmente se decidió por abandonar a las “Hermanas de Loreto” e iniciar su nueva andadura. El 21 de diciembre de 1948 es la fecha que se reconoce como la primera en la que la Madre Teresa, ataviada ya con su inconfundible sari blanco orlado de azul que la caracterizaría durante el resto de su vida, se dirigió en orden a dar respuesta a su nueva misión, en los barrios más pobres de Calcuta.
“Las Hermanas de la Caridad”
En 1950 “Las Hermanas de la Caridad” fueron ya reconocidas oficialmente por la archidiócesis de Calcuta. Desde aquel momento y durante las décadas siguientes se dedicaron a ayudar a los más desfavorecidos, creciendo primero en la India y expandiéndose más tarde a numerosos países. En 1965 el papa Pablo VI les concedió el Decreto de Alabanza. Fundaron escuelas, hospicios… en lugares tan recónditos como Tanzania, Venezuela o Cuba y, por supuesto Italia, en Roma. O llegaron a países de la esfera comunista incluso antes de que se derrumbara el Telón de Acero, con representaciones en Albania o la propia Unión Soviética. Sólo China se les resistió, circunstancia que aún sigue igual aunque no Hong Kong. En el momento de la muerte de la Madre Teresa en septiembre de 1997 contaban con más de 4.000 miembros establecidos en 610 fundaciones repartidas en 123 países del mundo.

Nobel de la Paz, en 1979
En la década de los ochenta la Madre Teresa estableció buena amistad con el papa Juan Pablo II, que visitó las instalaciones de “Las Hermanas de la Caridad” en Calcuta en su viaje a la India de 1986, razón por la cual fue habitual ver a la religiosa al lado del pontífice en muchas ocasiones. Algo antes, en 1979, había recibido el Nobel de la Paz por “su trabajo emprendido en la lucha para superar la pobreza y angustia, que constituyen una amenaza para la paz”. La BBC en un artículo destacaba que aceptó el premio en nombre “de los desheredados de la sociedad”, renunciando, en un gesto poco frecuente, “a la cena de gala en su honor para que el dinero fuera destinado a los más necesitados”. La obtención de premios no fue extraña en su vida, Estados Unidos le concedió la Ciudadanía Honoraria y Gran Bretaña, la Orden del Mérito. En su país de adopción, India, también obtuvo diversos galardones, le organizaron un funeral de estado a su muerte e, incluso, antes le habían otorgado el privilegio de hacer uso de la compañía aérea nacional, Air India, de forma gratuita para sus viajes.
Fue en uno de esos viajes en el que se vio con el corresponsal de la BBC en el Vaticano, David Willey. Se encontraron, según explicaba en un artículo publicado con motivo de la canonización de la Madre Teresa, en el aeropuerto de Fiumicino, en Roma durante el tiempo de conexión entre los vuelos procedentes de India y hacia Canadá. Fue, explicó, una hora en la que pudo ver a “una santa en vida”. Apareció por la puerta, “pequeña”, de aspecto frágil, “de cara marchita”, ataviada con su sari característico y con apenas una bolsa de tela por todo equipaje. Afirmó: “Todo lo que poseo en este mundo lo llevo conmigo en esta pequeña bolsa. Mis necesidades personales son muy simples”. Recordaron los objetivos por los que fundó “Las Misioneras” y por los que desde aquel entonces, desde 1950 en adelante, se la conoció como “la santa de los barrios pobres de Calcuta” o “de las alcantarillas”. En sus propias palabras: “Nuestra misión era cuidar a los hambrientos, los desnudos, los indigentes, los discapacitados, los ciegos, los leprosos, todas esas personas que se sienten indeseadas, no amadas, abandonadas por toda la sociedad, aquellas que se han convertido en una carga y son apartadas por todos”. Willey, de aquel encuentro, aseguró: “Supe que había conocido a una santa en vida, había tocado mi corazón, me había transmitido un sentimiento de alegría de vivir y también me había hecho reír”.
La Madre Teresa empezó a padecer problemas graves de salud en los años ochenta cuando sufrió neumonías, problemas cardíacos, malaria… Todo ello le provocó importantes secuelas. En marzo de 1997 designó a su sucesora al frente de la congregación y unos meses más tarde, en septiembre de ese mismo año, murió. Tenía 87 años. India le dedicó un funeral de estado y según las crónicas del momento se produjeron importantes manifestaciones de pena tanto en aquel país como en muchos otros lugares del planeta. La revista “Muy Historia” recordaba como al funeral asistieron 12.000 personas y “se celebró una misa en la que un leproso, un niño discapacitado y una mujer presidiaria llevaron el agua, el pan y el vino para celebrar la eucaristía”.
Acababa así la vida de la Madre Teresa pero no su influencia. Sólo dos años después de su muerte y por intercesión del papa Juan Pablo II se inició el proceso de beatificación. Se supo, por entonces, tras su muerte, que la propia religiosa vivió toda esta etapa al frente de “Las Misioneras” un contradictorio sentimiento de separación de Dios, que llamó “oscuridad” o “dolorosa noche” de su alma, que la condujo, por extraño que parezca, a “una siempre más profunda unión” con Él.
‘Santa, en poco tiempo’
Según dicta el Derecho Canónico deben pasar un mínimo de cinco años para iniciar el proceso de beatificación. En el caso de la Madre Teresa no fue así ya que éste comenzó sólo dos años después por intervención del papa Juan Pablo II. Para que ello fuera posible tenía que darse por bueno un milagro. Éste fue, según recordaba en 2015 el diario El País, la curación de la bengalí Mónica Besra en 1998 de un tumor abdominal. Así lo relataban: “Mónica Besra, una madre de cinco hijos que había sido acogida por “Las Misioneras de la Caridad” en Roma tras haber sido desahuciada por los médicos, se curó inexplicablemente después de que una de las monjas le colocara sobre el pecho una estampa de la Madre Teresa”. Fue beatificada el 19 de octubre de 2003 por el papa Wojtyla.
El segundo milagro, el que llevó a la canonización de septiembre de 2016 oficiada por el papa Francisco, tuvo lugar en 2008. En este caso, la curación inexplicable se produjo en Brasil, en Santos, cuando un hombre de 35 años con tumores cerebrales sanó contra todo pronóstico. La BBC recuperaba una descripción de dicho suceso del diario Avvenire de la Conferencia Episcopal Italiana, que aseguraba que “cuando ya se estaba muriendo en la mesa de operaciones por una enfermedad cerebral mortal, su esposa pidió la intercesión de la religiosa”.
Después, un panel de expertos reunidos en la Congregación por las Causas de los Santos, le atribuyó la “milagrosa curación” a la Madre Teresa, que fue reconocida por el papa argentino en 2015. La ceremonia de canonización, casualmente (o no), se produjo coincidiendo prácticamente con el aniversario aquel año de la muerte de la religiosa. La canonización se celebró un cuatro de septiembre y la muerte de la Madre Teresa había tenido lugar un día cinco. El proceso, en cualquier caso, se extendió durante cerca de 15 años. //
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