(E) “Las bombas atómicas representaron un punto de inflexión en la historia de Japón y del mundo”

Después de más de 70 años, ¿cuáles fueron las consecuencias de las bombas atómicas sobre la sociedad japonesa? Hablamos con el especialista de Casa Asia, Guillermo Martínez Taberner, sobre el impacto que tuvieron y cuál fue la relación posterior con Estados Unidos tras un ataque de esa naturaleza y devastación.

La bomba de Hiroshima causó cerca de 140.000 muertos. Los testigos hablan de “un gran silencio” tras la explosión, oscuridad y olor a quemado tras la explosión del artefacto atómico. Las imágenes que se describen de todo aquello son “terribles”.

Más de setenta años desde el lanzamiento de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, ¿cómo se interpretan aquellas acciones desde la distancia que da el tiempo?
Pienso que se trata de un punto de inflexión en la historia de Japón pero también desde una perspectiva global. Representa el fin del periodo iniciado con la Restauración Meiji, durante el cual el país deja de estar cerrado al exterior y quiere modernizarse convirtiéndose en un país rico con un ejército fuerte. Cosa que implica tener una economía industrializada pero también -como veían en otros países- seguir políticas imperialistas. Japón se suma, así, a seguir políticas imperiales y lo hace ya en 1895 con su victoria sobre China, en 1905 sobre Rusia, después llega en 1910 la ocupación de Corea y más tarde, en 1937, la segunda guerra sino-japonesa.
Este proceso de transformación tiene un punto de inflexión con el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Esto rompe con todas sus ambiciones de convertirse en la potencia de Asia Pacífico, termina esa ilusión y cambia incluso la consideración sobre la figura del emperador, que se tenía por una especie de ‘semi-dios’. Su mensaje de radio de 1945, en el que anuncia la rendición, lo humaniza de cara al conjunto de la población y obliga a Japón a encontrar otras fórmulas para el futuro.


En cualquier caso, a lo largo de su historia, Japón se ha visto en muchas ocasiones obligada a reinventarse y éste es uno de los motivos que la hacen tan fascinante.

Una de las razones que se argüyeron fue que era una forma disuasoria de acabar la guerra pero existen informaciones que se conocieron a posteriori que ponen en duda esos argumentos.
Sí, de hecho ya hubo antes del final de la guerra reuniones entre las potencias aliadas sobre cuál iba a ser el modelo de ocupación que se iba a implantar en Japón, con lo que parece evidente que los líderes de ese bloque tenían muy claro que acabarían derrotándola.
Otra cuestión, no obstante, era cuántas vidas de militares y civiles podía costar llegar a esa rendición. El argumento que utilizaron para lanzar las bombas era que representaba la forma más rápida de acabar con la guerra y evitar así muchas muertes en enfrentamientos de soldados norte-americanos, japoneses, población civil… en los distintos enfrentamientos que se estaban produciendo en Filipinas y en muchas de las pequeñas islas de esa parte del mundo o en el propio Japón.
De todos modos, la realidad posterior, ese reparto entre el bloque comunista y las democracias capitalistas occidentales, demostró que la amenaza que se cernía sobre la frontera norte de Japón eran los soviéticos y la posibilidad que éstos fueran sumando estados afines a su bloque. Limitar su capacidad de influencia en la zona fue otro de los motivos por los que se optó por lanzar las bombas atómicas.

Precisamente sobre este punto, hay incluso quien apunta que se trató también de una demostración de fuerza ante el nuevo escenario mundial que se presentaba tras el fin de la Segunda Guerra Mundial como mensaje al bloque soviético.
Efectivamente, si nos vamos a la realidad posterior a la Segunda Guerra Mundial encontramos un campo de batalla en Corea, que después acabaría dividida en dos. Japón, como aliada de Estados Unidos, sirvió como gran ‘portaviones’ desde el que actuar en aquella región. Y se demostró entonces clave y así ha seguido siéndolo hasta la actualidad.

Hablando del día concretamente en que se lanza la bomba sobre Hiroshima, los supervivientes describen un gran silencio y oscuridad. Y, muchos fuegos que van apareciendo y propagándose por la ciudad.
Sí, sobre todo aquello existe como gran referencia el libro “Black rain”, de Majuji Ibuse, o muchos diarios de personas que presenciaron todo aquello, como “Cartas desde el fin del mundo” de Toyofumi Ogura. Todos coinciden en esos puntos de gran oscuridad y silencio. Y de devastación. De hecho, hay mucha literatura sobre todo aquello e, incluso, un género en sí mismo: el ‘genbaku bukaku’ que puede traducirse como “literatura de la bomba atómica’”, con muchos autores. También hablan de algún tipo de olor muy específico, vinculado a todo aquello.

También se relatan escenas y efectos sobre las personas verdaderamente “terribles”. En el núcleo se llegaron a temperaturas de hasta 6.000 grados.
Si vas al museo de Hiroshima, que es bastante impactante y tiene un valor muy importante, te das cuenta sobre cómo ellos, a través de ese museo tienen muy presente que están conservando una parte de la memoria global. Y es que en el fondo estamos hablando del máximo nivel de destrucción al que nos puede llevar la tecnología. El lanzamiento de las bombas es muy simbólico, pero lo que sucede justamente después lo es todavía más. Y tiene un efecto sobre la cultura popular japonesa; a partir de entonces surgen muchas obras vinculadas a la devastación, al fin del mundo al que nos puede llevar la misma tecnología. Todo aquello sirve para recapacitar sobre el valor de la tecnología y Japón es un país intensivo en su uso. Y es también muy consciente de los efectos devastadores que puede tener.

Muchos de los supervivientes, conocidos como “hibakushas”, sufrieron vómitos, hemorragias, heridas que tardaban muchísimo más de lo normal en cicatrizar, se cansaban rápido, esterilidad: una enfermedad conocida como “radiotoxemia”.
Sobre las enfermedades sólo puedo comentar las características externas porque son las que vienen descritas en los diarios. Todos coinciden en señalar que las personas afectadas son inicialmente rechazadas por el resto de la sociedad y cómo, después, todo eso da un giro y son objeto de atenciones, ayudas, reparaciones…
Al poco de acabar la Segunda Guerra Mundial, la vuelta de los “retornados”, los 3 millones de soldados que habían estado luchando por muchas partes de Asia, es muy tensa porque son representación de la derrota y de la humillación sufrida. Además, algunos habían cometido verdaderas atrocidades. Toda esa gente vuelve y se suma a un escenario de escasez de alimentos, mercado negro de todo tipo de cosas y los vicios sociales derivados de ello…
Sólo a partir de los años cincuenta, cuando termina la ocupación, aparecen oportunidades de trabajo… Es entonces cuando Japón demuestra su capacidad para superar las adversidades.

La sociedad, ¿cómo reacciona? Porque se habla que en unos inicios se produce cierto rechazo hacia las víctimas, las personas afectadas por la radiación.
En un inicio se produce un rechazo. Se vive un contexto de escasez. Pierden muchas de sus pertenencias, el propio país está devastado: la situación al principio es muy crítica. Todo ello cambiará en los años cincuenta, con el crecmiento económico y la llegada del bienestar social.

¿Se trata a los soldados como si fueran un estrato a parte del conjunto de la sociedad?
Se les culpabiliza de haber llevado al país a ese nivel: a la Guerra, a la ocupación, al lanzamiento de las bombas atómicas. Pero es un poco también lo que pasa en Alemania después de la Guerra, cuando parece que nadie formaba parte del sistema nazi.

Muchos afectados tenían que buscar trabajos que exigieran poco esfuerzo físico porque se cansaban rápido o necesitaban más días de reposo.
No conozco muy a fondo las secuelas, pero sería interesante saber cómo viven entonces todo el proceso de industrialización en los años cincuenta, la fase dorada del crecimiento de Japón, con promedios el PIB anuales cercanos al 10% en los sesenta.

Surgieron también iniciativas como “las doncellas de la bomba A”, mujeres desfiguradas y con graves secuelas que fueron tratadas en Estados Unidos. ¿Cuál fue, precisamente, el sentimiento hacia los norteamericanos?
La clave es entender cuál es la relación que se establece con Estados Unidos. Ocupa el país, descabeza todas las élites pero recupera parte de las oligarquías y representantes de grandes empresas, políticos… Y pronto devuelven la soberanía al país. Ya entonces se produce un fuerte intercambio comercial entre ambos países.
Aparece una relación diferente entre ambos, en la que también Japón asume parte de responsabilidad en todo lo sucedido. Esto queda muy bien expresado en lo que se conoce como la “doctrina Yoshida”, mediante la cual Japón se centra en el crecimiento económico y deja la defensa y política internacional en manos de Estados Unidos. Los norteamericanos se convierten en una especie de ‘amigos necesarios’.

¿Cuándo se establece y aplica esta doctrina, dado que la herida surgida de las bombas atómicas tenía que ser muy profunda?
Pues es rápido. Se aplica durante el mandato de Shigeru Yoshida entre 1948 y 1954 y tiene mucho éxito de forma inmediata, siguiéndose durante más de 40 años.

¿Existe, entre la población, resentimiento hacia Estados Unidos después de todo aquello?
No fueron percibidos como los principales culpables y el crecimiento económico posterior permitió dejar un poco de lado todo lo que ocurrió. El paradigma para Japón en muchos sentidos fue Estados Unidos.

Antes hablaba de la figura del emperador, ¿cómo se percibía en aquella época, en los años cuarenta, y cómo evoluciona su percepción social?
Hay que partir de la base que se trata de una figura historiográficamente controvertida. Su implicación en la escalada militarista del país no está clara, ya que existen argumentos en un sentido u otro pero lo que sí parece claro es que era considerado como una ‘semi-divinidad’. Y esto sirvió en aquella época para tratar de legitimar determinadas decisiones militares. Al acabar la guerra se humaniza su figura y se convierte en una institución simbólica de la unidad nacional y la capacidad de recuperación de Japón, que es lo que representa hoy. En la actualidad se le sigue teniendo mucho respeto. //

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