Ildefonso Falcones la hizo mundialmente conocida hace unos años con su libro “La catedral del Mar”, que se vendió como churros por todo el mundo con cifras millonarias y que, además, algún tiempo más tarde del rutilante éxito editorial, se tradujo también en una serie de notable factura y que incluso se estudió la posibilidad que fuera una producción multinacional con actores de Hollywood. El resultado final, en cualquier caso, fue más que bueno.
El espacio protagonista de aquella novela que tantos lectores aglutinó fue y es la Iglesia de Santa María del Mar, en el barrio de la Ribera de Barcelona. Su aspecto exterior pero sobre todo interior la convierten posiblemente y con el perdón de la Sagrada Família -que juega en otra liga- como la más bonita de la ciudad, incluso por delante -aunque más sencilla- que la Catedral.
Se la conoce coloquialmente como la “iglesia del pueblo” por su historia. Una historia, en cualquier caso que según leemos en la información oficial de este espacio, se retrotrae a los comienzos, a la presencia de los primeros núcleos cristianos establecidos en las afueras de la colonia romana de Barcelona (“Barcino”), extramuros y cerca del mar. En el siglo IV ya existe en esta parte de la ciudad una necrópolis cristiana con figuras enterradas como la mártir y patrona también de la ciudad (al lado de la Mercè) de Santa Eulàlia. En el siglo VII ya hay constancia de una parroquia llamada como Santa María del Mar y que derivaba de una anterior capilla conocida como Santa María de las Arenas.
La construcción de la actual iglesia data del siglo XIV cuando el rey Pere III permite la extracción de piedras de una cantera próxima, en la montaña de Montjuïc, para dar respuesta a las reclamaciones del pueblo que quería una iglesia mayor como consecuencia del auge que había experimentado toda esta parte de la ciudad durante las décadas precedentes fruto del comercio, talleres y construcción de barcos y que desembocaría en la construcción de los preciosos palacios para los comerciantes adinerados y nobleza en la calle Montcada en el siglo XIII. Se conoce como la iglesia del pueblo porque fueron los obreros y gente de a pie -y entre ellos, los “bastaixos”, encargados de la carga y descarga de las mercancías de los barcos- quienes sobre sus espaldas cargaron las pesadas piedras que empezaron a colocarse en marzo de 1329.
Se tardó más de 50 años en acabarla. La última piedra se puso en 1383 y se consagró en agosto de 1384. Los encargados del proyecto fueron Berenguer de Montagut y Ramon Despuig. Con el paso del tiempo y las guerras, Santa María del Mar sufrió desperfectos pero llegó más o menos en buenas condiciones hasta el siglo XX cuando las cosas cambiaron. En julio de 1936 la iglesia quemó durante once días seguidos acabando con su magnífico altar barroco, todas sus imágenes y también archivos. Sobrevivieron las paredes, columnas y alguna vidriera, que hoy constituyen su estructura de estilo gótico y que impresiona. No es extraño, por lo tanto, que siga llamando la atención de muchos visitantes a Barcelona y también de muchos vecinos de la ciudad atraídos por su elegancia, belleza y sobriedad. También, por supuesto, por su particular carácter.